Política: modelos y prototipos
Modelo (Del it. modello).
1. m. Arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo.
3. m. Representación en pequeño de alguna cosa.
4. m. Esquema teórico, generalmente en forma matemática, de un sistema o de una realidad compleja, como la evolución económica de un país, que se elabora para facilitar su comprensión y el estudio de su comportamiento.
Prototipo (Del gr. πρωτότυπος).
1. m. Ejemplar original o primer molde en que se fabrica una figura u otra cosa.
Durante los últimos veinte años las ciencias sociales, y en particular los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, han desarrollado un interés particular por las ‘cosas’: por la manera en que los archivos, los papeles, la documentación, la cacharrería en general, enturbia y ensucia cualquier descripción de un evento o situación social.
No basta con saber lo que hacen las personas; es necesario también conocer cómo y con qué lo hacen: cómo circulan los papeles, dónde se guardan los archivos, qué formatos se usan para registrar las comunicaciones. Las cosas y las personas se formatean mutuamente.
La economía, por ejemplo, es un formato: un ensamblaje de mesas, computadoras, números, archivos, señores con traje y corbata. Qué objetos y qué personas participan de este ‘formateo’ define, en buena medida, quiénes y qué queda dentro de la economía y quiénes y qué quedamos fuera.
También la política es un formato. La política se hace con documentos, infraestructuras, fotografías, papeles, discursos, clips, bases de datos, hojas de cálculo, cacharros, tecnologías. La política es un parlamento de cosas; un ensamblaje constantes de objetos abiertos a otros objetos.
Parlamento pneumático. Diseño del filósofo Peter Sloterdijk para Global Instant Objects (http://www.g-i-o.com/pp1.htm)
Como en casi todo, los formatos y los ensamblajes de las cosas pueden ser abiertos o pueden ser cerrados. Hay cosas que se formatean para ser reproducidas; hay cosas que se formatean para ser modificadas. Hay formatos que funcionan como modelos; los hay que funcionan como prototipos.
Por ejemplo:
El software libre es un prototipo: un proyecto abierto de organización, diseño, desarrollo y producción de infraestructuras colaborativas. Todo aquél que contribuye a un proyecto de software libre, contribuye a un tiempo a su desarrollo como ‘producto’ y como ‘infraestructura’. Se dice así del software libre que es ‘recursivo’: que avanza re-escribiendo su propia infraestructura. El software libre tiene por tanto siempre el estatus de un ‘primer molde’, de un prototipo. Es un ejemplar, no tanto a seguir, como a seguir construyendo.
Un proyecto de software libre pone a disposición de la comunidad toda la documentación relativa al proyecto: listas de correo abiertas; documentación técnica; foros de discusión; archivos históricos donde es posible rastrear las decisiones que llevaron a la bifurcación de un proyecto; etc. Todos y cada uno de estos componentes (listas, archivos, documentación técnica, foros) constituyen la infraestructura política del software libre. Las personas y las cosas se formatean abiertamente: conocen, o hacen todo lo posible por conocer, el enjambre de recursos y herramientas en torno a los cuales van construyendo su prototipo.
El parlamento, por el contrario, es un modelo: en el mejor de los casos, una reproducción en pequeño de juegos representativos; en el peor, una proyección ficticia o imaginaria de escenarios democráticos; simplificación matemática con señores sentados.
La infraestructura política de nuestra Cámara de Representantes nos es totalmente desconocida. Por ejemplo: ¿qué formatos usan en la redacción de sus informes nuestros representantes? ¿Qué estructura narrativa tiene un ‘resumen ejecutivo’? ¿Qué clase de comunicaciones circulan por correo electrónico? ¿Y son las listas de correo internas abiertas o cerradas? ¿Qué organización temática tienen los foros de debate interno, si los hubiere? ¿Qué estructura se sigue en la redacción de las actas de una reunión? ¿Cuántas copias es necesario hacer de qué tipo de documentos? ¿Dónde se guarda la información: en discos duros personales, en la nube, en papel? ¿Quién guarda qué? ¿Y cómo se gestionan los permisos de acceso?
La política parlamentaria no sólo es un formato cerrado (desconocemos las cosas que la conforman) sino que lo es despreocupándose de su propia estructura en tanto que formato. Los políticos creen que hacer política es otra cosa que formatear. (Quizás piensen que hacer política consiste en dar discursos, hacer entrevistas o conspirar en los pasillos.)
Interior y exterior del parlamento pneumático, http://www.g-i-o.com/pp4.htm
Por todo ello, a la vista de la forma en que la política y la economía se ‘formatean’ hoy en día, no nos debiera resultar extraño, dice el sociólogo Bruno Latour, si a uno y otro lado escuchamos a la gente quejarse por la ‘falta de representatividad’ de la política. No podemos pedirle a los políticos representatividad si no les pedimos re-presentación: es decir, presentación a través de las res, de las cosas. (1)
Por tanto, cuando los movimientos de indignación ciudadana gritan el ya famoso “No nos representan”, el rechazo no es tanto a la ‘forma’ política como al ‘formateo’ que de ella han hecho nuestros representantes. Hoy en día el primer parlamento democrático no es – no puede seguir siéndolo – un parlamento de señores escogidos, sino un parlamento de las cosas.
Y es que mientras la clase política siga en el convencimiento de que sus ‘cosas’ no nos incumben, que es posible una democracia ‘sin cosas’, no es de extrañar que otros muchos pensemos que los políticos habitan un espacio exterior, desconectado del mundo, cuyo formato es incompatible con el nuestro.
Necesitamos políticos dispuestos a diseñar el parlamento de las cosas. Un parlamento en permanente apertura y recursión. Un prototipo de parlamento para una política ejemplar (o primer molde) — una política prototipo.
Notas
1. Bruno Latour, ‘From Realpolitik to Dingpolitik or How to Make Things Public’, en Making things public: atmospheres of democracy, p. 26
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[…] 2. El fin de los objetos acabados. La cultura deja de ser un producto acabado (un cuadro, un libro, una canción). La cultura abandona su estado alfa (definitivo) y se balancea en un permanente estado beta, utilizado en las comunidades de programadores de software libre pasa definir algo inacabado. El reuso de la obra no es sólo inevitable, sino deseable. Los prototipos se convierten en modelos. […]
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[…] a un tiempo a su desarrollo como ‘producto’ y como ‘infraestructura”. En su artículo Política: modelos y prototipos, Alberto Corsín argumenta que un parlamento como el español se ha convertido en un modelo. En un […]
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