Tres laboratorios diferentes pero similares. En abril de 1997 echa a arrancar el primer Centro Social el Laboratorio en Lavapiés, El Labo. Durante los seis años siguientes hay cuatro ocupaciones de diferentes inmuebles en el barrio madrileño de Lavapiés. En todas esas ocupaciones parece mantenerse el mismo espíritu que anima la iniciativa y que literalmente y en palabras de sus protagonistas se define como una “voluntad de experimentación”. Pasado un lustro desde la primera ocupación de una antigua escuela de veterinaria repleta de laboratorios que les dio pie para nombrar con certeza el proyecto, lo definían de esta manera:

Cinco años tratando de crear un espacio de participación crítica y de experimentación social y cultural para los vecinos y vecinas de Lavapiés: castizos o inmigrantes, mujeres u hombres, mayores, niños o jóvenes, recién llegados o veteranos del vivir en Lavapiés, del habitar la dificultad.

Cruzamos el Atlántico y a varios miles de kilómetros y justo cuando el Labo acaba de desaparecer Alejandro Tamayo, que acaba de regresar de unos años en Canadá, monta el v*i*d*a lab. Un espacio experimental que funciona entre 2005 y 2008 en Bogotá y que estuvo vinculado a la facultad de diseño industrial de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, de donde pasaron varias decenas de sus estudiantes. Alejandro ha publicado a principios de año un artículo titulado v*i*d*a lab: repensar los objetos para la vida cotidiana donde repasa su experiencia (en la revista de Elisaba):

el énfasis del taller no fue el de buscar soluciones a problemas específicos, sino el de fomentar el desarrollo de propuestas críticas y reflexivas basadas en propuestas como las que ofrece el ‘diseño crítico’ o el ‘diseño para el debate’.

Justo cuando el v*i*d*a lab cierra el Medialab-Prado se traslada a su ubicación cercana a Lavapiés. Un Lavapiés en el que las experiencias aprendidas del Labo siguen animando en gran medida proyectos como el actual de La Tabacalera de Lavapiés o el Laboratorio de Ideas para Lavapiés, que Carlos definía como una “iniciativa para interrelacionar tejido social y posibilidades de cambio en el barrio, para no dejar estos cambios en manos solo de la Administración”.

Tres laboratorios diferentes y similares: un inmueble ocupado que no es tal sino un proyecto de experimentación social y cultural, un laboratorio universitario que hace del diseño un espacio para la crítica y la reflexión, y no para la solución de problemas sino para la problematización de la realidad; y otro laboratorio de medios (media lab) que no es tal sino un espacio de convergencia de arte ciencia y tecnología donde se producen prototipos que problematizan las formas de entender la cultura y la sociedad.