La apertura del archivo etnográfico

¿Cómo sería abrir radicalmente el conocimiento antropológico? El Open Access ha sido uno de los movimientos más relevantes de la última década en el ámbito de la ciencia. Su objetivo es facilitar la circulación del conocimiento tanto como sea posible evitando barreras económicas y restricciones impuestas por los derechos de autor. Pero ¿podemos pensar en otros modos de apertura que no se reducen simplemente a dar acceso al conocimiento elaborado sino que habilitan la posibilidad para generar nuevos espacios de pensamiento, reconocer otras formas de experticia y abrir la posibilidad a nuevos diálogos en la antropología? Una apertura de la episteme que hace del conocimiento antropológico un espacio hospitalario para incorporar otros saberes y acoger a otros más allá de la propia disciplina. Una vía para ello es abrir el archivo etnográfico, pero tal apertura no debería pasar únicamente por dar acceso a los datos empíricos sino por repensar las mismas arquitecturas materiales que acomodan el conocimiento antropológico y habilitan espacios expandir su episteme. Esa son las cuestiones que abordo en el borrador La apertura del archivo etnográfico’.

Mi discusión toma inspiración de la propuesta que George Marcus (1998) hizo unos años atrás cuando sugería la posibilidad de pensar la etnografía como una práctica de producción de archivos. Su argumento era que el trabajo de campo podía considerarse un ejercicio paciente de recopilación y catalogación de notas de campo, documentos, narraciones, fotos… literalmente la producción de un archivo etnográfico. Mi objetivo es pensar la etnografía en esos términos a la luz del trabajo de campo realizado en los últimos años en varios sitios atravesados por la cultura digital en los cuales las prácticas de documentación y archivo como la descrita son de excepcional relevancia. Mi relato constituye eso William M. Maurer (2005) ha llamado un ejercicio de razonamiento lateral en el cual el etnógrafo y sus contrapartes operan a través de líneas de pensamiento paralelas de manera que nuestro pensamiento se encuentra intensamente alineado con el suyo.

Con ese punto de partida elaboro mi argumento en dos partes, en la primera describo cómo el campo de la etnografía adopta la forma de un archivo en contextos de sociabilidad mediada por tecnologías digitales como son las redes sociales, las listas de correo, etc. La homología entre un campo con forma de archivo y un registro configurado como un archivo desestabiliza los límites del último, en esas condiciones el archivo etnográfico parece extenderse indefinidamente hacia el campo así que me pregunto qué podría ocurrir si abriéramos el archivo etnográfico al campo. La apertura de los archivos etnográficos se ha realizado tradicionalmente como un ejercicio de acceso al contenido empírico. Las prácticas de archivo que he encontrado en mi trabajo de campo en espacios atravesados por las prácticas e imaginarios de la cultura libre nos desafían, sin embargo, a pensar en la apertura del archivo en otros términos. Argumentaré que si tomamos inspiración de ellas entonces la apertura del archivo etnográfico no debería reducirse a dar acceso a los contenidos empíricos sino que debería explorar las formas de abrir la arquitectura material del archivo. Mi argumento es que tal gesto constituye un ejercicio de modernización epistémica en el cual la antropología da cabida a otros en sus espacios de producción de conocimiento, se abre a otros lugares e incorpora otros saberes.

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