Hack the Academy Studio

Hoy abrimos una nueva práctica de trabajo. Un Estudio de Hackeos de la Academia. A continuación explicamos su razón de ser.

En mayo del 2010, el Roy Rosenzweig Center for History and New Media de la George Mason University organizó un proyecto inusual. Durante apenas una semana entre los días 21-28 de ese mes, un grupo de científicos sociales, humanistas y educadores fueron invitados a escribir ‘colaborativamente’ (crowdsourced) un libro sobre el presente y futuro de la universidad norteamericana, y las promesas y desafíos que se abrían ante el nuevo mundo de Internet y las redes sociales. El resultado fue Hacking the Academy: un proyecto multimedia, primero, y libro, después, en el que se describen ejemplos de pedagogías experimentales con herramientas digitales, pero en el que también se da cuenta de las fortísimas resistencias político-institucionales que atraviesan buena parte de la cultura corporativa universitaria americana. Hacking the Academy es a un tiempo un recetario de nuevos formatos y herramientas pedagógicas y un programa político para la transformación de la academia. Y para botón de muestra un libro (el objeto académico por excelencia) escrito, ni más ni menos, que en una semana.

Durante los útimos dos años, nuestro proyecto de investigación sobre la cultura de los prototipos (y las formas de prototipar la cultura) en los entornos del Medialab-Prado, #acampadasol, las asambleas populares del movimiento 15M, o diversas iniciativas de urbanismo ciudadano, nos ha puesto en contacto con un elenco variado de colectivos que llevan largo tiempo teorizando su propia praxis y metodologías de acción y pensamiento público. Colectivos que emplean las redes sociales y las plataformas de comunicación digital para abrirse y conectar con nuevos interlocutores, experimentar con nuevos registros narrativo-visuales, o dar cuenta y testimonio de experiencias o aprendizajes que les han suscitado interés. Colectivos, podríamos decir, en permanente estado ‘beta’: que hacen de su auto-definición un ejercicio recursivo de prototipado.

La alegría, el desenfado y el frescor con que estos colectivos abordan la inestabilidad estructural que supone ‘aprender a aprender’ en la era digital choca de bruces con el conservadurismo y escepticismo que define buena parte de la institución académica frente a esos mismos procesos transformativos. No se trata sólo de una reticencia a “alfabetizarse” digitalmente. El atrincheramiento académico va más allá. Todavía hoy, por ejemplo, el acceso a los resultados de investigaciones científicas financiadas con dinero público es cercado por la industrial editorial que gestiona sus publicaciones. El sector privado canibaliza así a la ciencia pública en el momento mismo de su parto.

Pero el cercamiento sobre lo público invade incluso sustratos más profundos de la investigación científica, como puedan serlo los  sistemas de evaluación y “peer-review” (revisión por pares). Así, el ‘acceso abierto’ en ciencia debiera exigir no sólo el acceso a sus resultados de investigación sino la apertura de sus procesos de revisión interna (tanto en la evaluación de artículos como la evaluación de proyectos de investigación). Si bien es cierto que distintas disciplinas demandan distintas necesidades de evaluación, no lo es menos que hoy más que nunca sería necesario revisar el oscurantismo generalizado que rodea una gran parte de los sistemas y protocolos de evaluación. En el panoramoa editorial español, por ejemplo, apenas hay editoriales que practiquen la revisión por pares de manuscritos. En realidad, apenas hay editoriales con una política clara y transparente de recepción y revisión de manuscritos.

Sin embargo, el mayor desafío que afrontan las ciencias sociales y humanas hoy en día radica en su seno mismo: en sus diseños metodológicos y procesos de recolección de datos empíricos. Aunque siempre habrá rezagados positivistas, las ciencias sociales y humanas se enfrentan a una crisis de sociología empírica. Hoy el acceso tanto a las fuentes como a las herramientas de análisis de datos está al alcance de cualquiera. La herramienta SocialBro, por ejemplo, permite a cualquier usuario de Twitter analizar el tráfico, densidad o geografía de las relaciones con y entre sus seguidores.

Hoy TODOS somos investigadores: todos producimos datos, analizamos esos datos, y ensayamos teorías sobre sus alcances, efectos y repercusiones. Todos producimos evidencias. El futuro de la academia no puede pasar por el esnobismo y la pedantería de presumir hacerlo ‘mejor’ de lo que lo hacen otros. Por contra, si algo puede (y debiera) hacer la academia, es abrir un espacio a los análisis de aquellos que por vocación e interés han ido generando un cuerpo de evidencias y reflexión propio. Hacerse partícipe de esa analítica distribuida. Y bien contribuir a la construcción de nuevos problemas y nuevas evidencias; o bien contribuir a la descripción de las controversias y diferencias que unas evidencias y otras producen. Desestabilizar la investigación desde sus controversias y continuas redistribuciones, a eso llamamos ‘hackear la academia’.

Tomamos hoy, por tanto, la decisión de abrir un nuevo espacio de trabajo. Podríamos aventurarnos incluso a llamarlo un estudio de investigación (en el sentido en que los arquitectos hablan de estudio de arquitectura). Abrimos un Estudio de Hackeos de la Academia.

Vamos a organizar una serie de seminarios en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC en Madrid. En ellos queremos abrir la academia a sus controversias internas y externas; a sus posibilidades y desafíos; a aquellos relatos de prácticas, situaciones, experimentos y proyectos que van nutriendo sus capacidades de reinvención. Queremos invitar a colectivos dedicados a la investigación social (arquitectos, periodistas, artistas, gestores culturales, asociaciones ciudadanas, estudiantes, investigadores científicos, etc.) a que nos cuenten sus proyectos de investigación: qué objetos empíricos abordan, cómo los piensan, cómo los persiguen, qué preguntas les hacen, qué problemas silencian o les son silenciados, etc., etc. Cómo se diseña socialmente la ‘investigación’ como problemática contemporánea.

Y por supuesto no queremos dejar de perder de vista, en ningún momento, cómo todas esas prácticas emergentes interpelan a la institución académica misma. Qué significa para la academia que sus recursos y herramientas básicas de trabajo sean hackeadas.

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