La Escuela de Organización Industrial – EOI, acaba de poner en marcha LegoLab, ‘espacio para aprender jugando, experimentar y colaborar juntos’. La apuesta que la EOI esta haciendo desde hace más de un año ya por la formación en abierto (migrando su plataforma de educación online a Moodle; desarrollando un repositorio de publicaciones en abierto; emitiendo charlas y conferencias en directo via streaming, y colgándolas después en la web) es digna de elogio.

Pero creo que LegoLab va un paso más allá. El énfasis en la formación experimental, de hecho, en la noción de ‘experimento’ como método y pedagogía, y especialmente una pedagogía definida en un contexto abierto de producción social, merece nuestra atención.

En la historia de la ciencia el trabajo experimental ha sido casi siempre definido por la circunscripción de su espacio de producción (véanse los escritos de Steven Shapin o, más recientemente, Karin Knorr-Cetina). El experimento lo era por estar sometidas sus condiciones de producción a un control férreo y clausurado. (Las mujeres, por ejemplo, quedaron fuera del club de caballeros que fue la ciencia hasta bien entrado el siglo XIX.) Hoy sin embargo parece que estamos asistiendo al nacimiento de un modelo distinto: la experimentación como práctica abierta y emergente.

Contraponer lo abierto y lo clausurado no es, desde luego, especialmente productivo. Quizás nos merezca la pena permanecer alertas a aquello que se abre y se cierra en la incorporación del modelo experimental a la producción social de conocimiento.