Las culturas de la participación (urbana)
Una contribución para los Laboratorios de cultura abierta celebrados en Medialab-Prado (Madrid) el 18 de mayo de 2016. Primera sesión con el título de ‘Apertura institucional y los espacios de participación’. Aquí está la relatoría completa del encuentro (pdf).
El 18 de mayo participé en el primero de los tres laboratorios programados por el Área de cultura del ayuntamiento de Madrid en Medialab-Prado. La convocatoria nos interpelaba a discutir sobre la ‘apertura institucional y los espacios de participación’ dentro del área. Tras una mesa redonda el 17 de mayo donde se narraron distintas experiencias, el día siguiente (18 de mayo) fue dedicado íntegramente a la discusión sobre el tema de la convocatoria a través del trabajo por grupos.
Una decena de grupos, formados por 6-7 personas habían sido preparados con antelación. La jornada se organizó en tres partes. Una primera que pretendía hacer un mapa de necesidades y deseos dentro del sector cultural. Una segunda donde Ana Méndez de Andés realizó una revisión de las figuras de política participativa que se asumen dentro del área, a saber: grupos de trabajo, plenario, comités ejecutivo, observatorio y laboratorio. En la tercera parte se nos propuso a los grupos que seleccionáramos una de esas figuras y realizáramos un diseño para ella. Al final de la sesión, cada grupo realizó una exposición de su trabajo.
Mi grupo estaba compuesto por personas con diferencia ubicación profesional y distintas formaciones. De las siete personas que lo componíamos nadie me resultaba familiar aunque dos participantes eran conocidos. Creo que esa era la situación generalizada de todos. Éramos tres hombres y cuatro mujeres.
Nos costó encontrar un lenguaje común, centrar la mirada y llegar a un punto de discusión compartido, algo que no logramos. En términos generales las exposiciones que hicimos en la puesta en común fueron el resultado de componendas. A la hora de explicitar el mapa de los deseos, cada uno incluyó un epígrafe: café para todos. Y algo similar ocurrió al final. Es probablemente comprensible porque la tarea que se nos proponía era grande y el tiempo que teníamos era limitado. La dificultad para entendernos y llegar a un espacio de debate compartido fue evidente: mientras unos/as hablaban de usuarios de la cultura otros pensaban en ciudadanos, co-productores o profesionales del sector. Pese a esas dificultades, no me parece que fuera un defecto o problema, al contrario, esa diversidad en los entendimientos de la cultura que pretendíamos debatir era reveladora y tenía un punto enriquecedor.
Las propuestas de trabajo a lo largo de la jornada estuvieron articuladas a través de fichas materiales. Ciertamente el juego del viaje que se nos proponía con la ficha/billete de tren era seductor. Los mediadores y organizadores se afanaron en cuidar del proceso. El planteamiento metodológico estaba cuidado.
Las expectativas eran altas, pero los resultados, en mi opinión, fueron bajos. Salí de la sesión con un considerable desencanto. Quizás mis expectativas eran demasiado elevadas, estaban infundadas o eran consecuencia de mi desconocimiento del contexto en el que nos encontramos. Bien puede ser todo ello al mismo tiempo. Pero ni la propuesta me sedujo, ni la discusión política me emocionó. Alguien cercano me decía al terminar: salimos sin haber aprendido nada nuevo, y era cierto.
Culturas de la participación
Sabemos que la situación del gobierno municipal es frágil. Que el área de cultura es especialmente vulnerable en la composición del gobierno como consecuencia de una estrategia política bastarda de desgaste que se ha aplicado desde el comienzo de la legislatura. Uno puede, por lo tanto, entender que el área evite situaciones que puedan redundar en una mayor debilidad, pero es algo de lo que no podemos hacernos cargo completamente quienes estamos de este otro lado de la institución porque la única forma sería dejar de tomar parte activa en el debate que debemos mantener. Y aquí van varios comentarios personales que surgen al hilo del planteamiento que se nos hizo y la discusión que tuvimos.
Mi primer comentario se refiere al objeto mismo de la propuesta: la participación. Se nos propuso una discusión sobre esa figura que enmarcaba además el debate en figuras convencionales. Se nos propusieron figuras de la participación que están ya más que ensayadas. Todas ellas eran dispositivos discursivos destinados a una política deliberativa, basadas además en formas de representación generalmente cerrada. Probablemente sean figuras necesarias, pero están lejos de poder encarar buena parte de los problemas que la política de la ciudad encuentra hoy en día. Más aún, dispositivos de ese tipo no son más que aplicar el manual de la política institucional existente, poco pueden añadir entonces a la ecología política de la ciudad.
Si el área pretende implementar dispositivos convencionales como un grupo de trabajo, un plenario de representación sectorial o ciudadana o un observatorio, no estoy seguro para que necesitan de la participación de quienes estamos fuera de la institución. No necesitan que nosotros pensemos eso porque ese terreno está más que trillado. Me pareció, y era una opinión que compartí con alguien próximo, que el área tenía ya pergeñados y bien definidos el repertorio de mecanismos que pretende implementar y que aquella reunión de la que participamos se encaminaba a legitimar una arquitectura institucional de la participación ya pensada.
Como me decía alguien recientemente en otro encuentro reciente: pareciera que no hubiéramos aprendido nada de lo que significa diseñar y desarrollar procesos abiertos para la co-producción de ciudad. El comentario surgía al hilo de una reunión donde volvíamos a inventar desde cero el diseño participación vinculado a una institución cultural. En lugar de partir de un punto conocido y consensuado, comenzábamos desde cero, como si no supiéramos nada. No dudo que esas reuniones donde cristalizan grupos de trabajo son importantes, pero parece careciéramos de memoria de aprendizaje, un hecho cuando nos referimos al diseño de proceso que pretenden abrirse a las participaciones diversas. Y eso que ocurre de manera situada, pareciera que se repitió en el mismo desarrollo del laboratorio: se nos pedía inventar de nuevo el plenario, el grupo de trabajo y el observatorio.
Creo que el sector cultural ha sido fundamental en la construcción de una singular ecología política que nos ha proporcionado (y sigue proporcionando) valiosísimas experiencias materiales y aportes conceptuales para pensar en una política urbana distinta, una participación política diferente. Desde cultura yo comenzaría por problematizar la misma noción de participación ciudadana en la política. Y eso no es pedir nada que no esté en el adn de quienes ocupan cargos institucionales en esa área, y tampoco es pedir nada nuevo que no lleve haciendo el sector cultural al menos una década.
Si hubiera que recurrir a una expresión sintética, diría que hemos presenciado un modesto y desafiante ejercicio de urbanización de la democracia que se ha diseminado por toda la ciudad, en lugares singulares. Este es resultado de sensibilidad políticas y urbanas muy diferentes, difíciles de conciliar en ocasiones pero creo que hay una cierta generosidad en muchas de ellas que se han abierto a diálogos con las instituciones y otras sensibilidades que años atrás hubieran sido considerados como alianzas monstruosas. Quizás el área no debería hacerse cargo de la participación en la política cultural sino de las culturas de la participación que han proliferado por la ciudad. Creo que la ciudad necesita un gesto curatorial (no de comisariado, sino de cuidado) que sea capaz de sostener en el tiempo esas experiencias y generar las condiciones que nos permitan hacer circular los aprendizajes realizados antes de que estos se pierdan.
Creo que no he escrito nada que las personas al cargo del área de cultura de la ciudad no conozcan ya, probablemente lo saben con más detalle y precisión que yo, lo conocen de primera mano y por propia experiencia. Y es precisamente por esa razón que uno puede interpelar a quienes habitan ahora la institución a dar rienda suelta a los aprendizajes que llevan encarnados, porque probablemente tengamos solo una oportunidad. Y si no es ahora no será.
Quizás el reto último es repensar y rehabilitar la institución municipal a través de esas experiencias. Mi propuesta para la institución sería la siguiente: ¿está dispuesta a aceptar el desafío que supone aprender de lo que la ciudad ya ha inventado?, ¿es posible generar un contexto de aprendizaje mutuo entre las iniciativas ciudadanas ya establecidas y la arquitectura institucional existente?, ¿cómo podríamos desarrollar las infraestructuras que permitan hacer circular los aprendizajes ya realizados (en lugar de tener que re-inventar todo de nuevo)?