‘La apuesta municipalista’: una larga historia (reseña)
{Reseña} Observatorio Metropolitano de Madrid, (2013). ‘La apuesta municipalista’. Madrid: Traficantes de Sueños.
Las expresiones de protesta que en los últimos cuatro años han recorrido toda España han colocado a la ciudad en el centro de la política; escenario de un ejercicio que reinventa las formas y el objeto de la práctica política. Guanyem en Barcelona y las diversas agrupaciones de Ganemos, primero en Madrid y después en otras ciudades de toda España, atestiguan la emergencia de un movimiento que el libro objeto de esta reseña nombra como nuevo municipalismo. Sabemos que las ciudades han emergido en décadas recientes como espacios centrales de la gobernanza política contemporánea. Ante el progresivo vaciado de un Estado que pierde atribuciones a favor de instituciones supra-nacionales e infra-estatales, la ciudad emerge como lugar paradigmático de una nueva gobernanza. El panorama es quizás más complejo y el libro da cuenta de ello al apuntar a la complejificación cada vez mayor de los niveles de gobierno.
‘La apuesta municipalista’ plantea como tesis central la idea de que las ciudades constituyen una oportunidad central para la renovación de nuestras democracias actuales: “si tomamos las instituciones que resultan más inmediatas a los ciudadanos, los municipios, y los convertimos en ámbitos de decisión directa, podemos hacer realidad una democracia digna de tal nombre” (143). La obra se organiza en cinco capítulos, los dos primeros trazan la emergencia histórica del municipalismo en España (capítulo uno) y en otros países europeos en la últimas décadas (capítulo dos). El capítulo tercero describe la arquitectura institucional de los municipios españoles establecida en la democracia y el cuarto concreta la discusión para el caso de Madrid y hace una revisión de la historia de las asociaciones vecinales y la transformación de la ciudad en el proceso creciente especulación inmobiliaria. El libro se cierra con una llamada a un municipalismo democrático que enumera un catálogo de propuestas que constituyen un borrador de manifiesto.
Municipio libre
La obra sitúa la emergencia histórica de lo que denomina municipalismo en el siglo XIX, momento en que se arma la arquitectura institucional del Estado español y se delinea la idea de autonomía municipal. Será un periodo convulso de gobiernos efímeros e insurrecciones permanentes a lo ancho de toda España en el que está en disputa, entre otros asuntos, el equilibrio entre la aspiración centralizadora del Estado y la autonomía de sus distintas instituciones territoriales. El liberalismo progresista de carácter republicano, federalista, democrático y social verá en los municipios la oportunidad para una reorganización del poder político y se enfrentará durante todo el siglo a la oposición de conservadores y liberales de otro pelaje partidarios de un Estado centralizado. En mitad de esas luchas cobra forma la idea de autonomía municipal a través de distintas legislaciones que comienzan con la Constitución de 1812 y continúan posteriormente con reformas en décadas siguientes. Algunas de esas mediadas permanecen hasta la actualidad, como el establecimiento de diputaciones, institución dependiente del gobierno central, en un nivel superior al del ayuntamiento y que con la reciente reforma municipal gana en atribuciones.
Los liberales se organizan durante todo ese tiempo en clubes secretos y tablaos diseminados por pueblos y ciudades; el paradigma de estas agrupaciones secretas fue quizá la sociedad de Los Comuneros. Esos espacios serán el armazón para las insurrecciones constantes que se producen desde mediados de siglo por toda España y que cristalizan en la constitución de juntas revolucionarias en los municipios. Resultado de ese proceso es la idea del municipio libre que se desarrolla en el último cuarto del siglo cuando se radicalizan las ideas municipalistas de un republicanismo que tiene entre sus objetivos la comunalización de las tierras. La idea tendrá recorrido hasta la década de 1930 donde se articula en torno a tres ejes: urbanismo ecologista, poder democrático local y auto-organización del bienestar.
Okupas y verdes
Las protestas de la década de los sesenta del siglo XX darán lugar a la emergencia de nuevos movimientos urbanos que hacen de la ciudad su objeto de reclamación. La obra describe dos de ellos: la experiencia de okupación de los llamados Provos y Kabouters en Holanda que emergen a finales de la década de los sesenta y se desarrollan durante la década de los setenta; y los movimientos ecologistas en Alemania y Francia y su transformación en partidos políticos. Las propuestas de transformación social de estos movimientos adoptaron tres líneas diferentes: expresiones contraculturales que tomaron la forma de acciones públicas como candidaturas paródicas, nuevos movimientos urbanos, y alternativas políticas formales. Un ejemplo son los Provos holandeses, que nacen como movimiento contracultural a través de acciones públicas callejeras en la forma de happenings que vehiculan su crítica a la sociedad de la época. De ahí pasarían a cristalizar como movimiento y se convertirían en la década de los setenta en partido político con el nombre de Kabouters; llegaría a obtener una representación considerable, aunque efímera, en el ayuntamiento de Ámsterdam. Sirvieron de ejemplo para otros movimientos europeos que vieron en la transición a formas convencionales de la política una estrategia capaz de desestabilizar las instituciones tradicionales. La rotación de cargos electorales, el origen dentro de movimientos políticos y la creación de programas sectoriales sirvieron de inspiración a otros grupos ecologistas y radicales diseminados por Europa.
Pero serían los movimientos verdes los que explorarían a fondo la posibilidad de conjugar movimiento social y representación política a través de la forma del partido. Frente a la alta capacidad de movilización de los movimientos su impacto en la política institucional era limitado, de manera que a lo largo de la década de los sesenta los verdes comienzan a constituir los primeros partidos políticos por toda Europa. En Alemania lograrán tener una gran relevancia desde mediados de la década de los setenta con un movimiento que se sostiene sobre cuatro principios: ecología, justicia social, democracia de base y no violencia. Fueron ellos los que exploraron las tensiones entre movimiento y partido: estructurados con cargos rotativos y no remunerados, su organización era abierta de manera que cualquier persona no afiliada podría ocupar cargos, lo suyo era un “partido anti-partido”.
Ayuntamientos democráticos
Tras una introducción histórica que da cuenta de expresiones políticas que han hecho de la ciudad su eje de articulación el libro regresa a la discusión de la arquitectura política territorial de España. El municipio vuelve a cobrar relevancia institucional con el establecimiento de la democracia. Junto con las Comunidades Autónomas, los municipios son los dos pilares sobre los cuales se construye la organización territorial del Estado español. La noción de autonomía municipal emerge durante el siglo XIX y es desarrollada legalmente con el establecimiento de la democracia. La Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local de 1985 establece el marco legal de competencias municipales que varían dependiendo del volumen de la población. Hay dos aspectos cruciales que ayudan a comprender la estrecha relación que durante las últimas dos décadas los municipios han establecido con el sector inmobiliario: de un lado la insuficientemente financiación que han recibido del gobierno central y del otro la falta de claridad o incluso opacidad en las competencias de los ayuntamientos. En ese escenario de escasez de financiación los ayuntamientos convirtieron el suelo en su fuente de financiación principal (más de la mitad de sus ingresos). La liberalización del suelo a través de la reforma de la legislación estatal en 1998 intensificó ese proceso que dotó de una amplia autonomía a los ayuntamientos para el diseño de sus mercados inmobiliarios.
Esto llevó a una progresiva competencia territorial entre ciudades en un mercado en el que pugnan globalmente por conseguir la localización de empresas o la inversión de los mercados al tiempo que compiten dentro de sus Estados por infraestructuras. En esas circunstancias los municipios se han convertido en empresarios de su territorio, frente a la época anterior en la que eran administradores políticos del territorio. El resultado de la crisis ha sido catastrófico para los municipios que obtenían de la actividad inmobiliaria la mitad de sus ingresos pues estos disminuyeron un 70% entre 2007 y 2011. Ante esta situación el gobierno central ha aprobado una reciente reforma legislativa (Ley de racionalización y sostenibilidad de la administración local) que reduce drásticamente la autonomía de los ayuntamientos y desplaza muchas de sus competencias hacia las comunidades autónomas y las diputaciones provinciales.
El ejemplo de Madrid
El cuarto capítulo hace una revisión rápida del proceso por el cual Madrid se ha transformado en una ciudad global en la últimas tres décadas. Describe el movimiento migratorio que se intensificó desde la década de los sesenta y la emergencia del intenso movimiento vecinal en la década de los setenta que constituyó la escuela política de muchos vecinos. La aparición de barriadas nuevas y apresuradas fue el lugar donde esas asociaciones se establecieron a través de reclamaciones de mejores equipamientos. La historia de cómo las asociaciones perdieron su vigor cuando muchos de sus cargos entraron a formar parte de las primeras administraciones municipales tras las elecciones de 1979 es de sobra conocida.
Madrid creció desorbitadamente en términos territoriales en esas décadas, y volvió a hacerlo posteriormente a partir de 1995 y hasta el comienzo de la crisis económica en 2008. Un ejemplo de la desmesura de su inversión en infraestructuras lo encontramos en el número de autovías y autopistas que se ha triplicado desde 1990 mientras que el suelo ocupado se ha duplicado. Se trata de un crecimiento basado en el ciclo inmobiliario y su inserción en los flujos financieros globales a través de la localización de grandes multinacionales en la ciudad. Durante ese tiempo la capital se transforma en una ciudad global en la que se localizan grandes empresas multinacionales españolas que traen un importante flujo de capital que invierte en el sector inmobiliario. Al mismo tiempo se produce un progresivo proceso de privatización de la sanidad y la educación en manos de la comunidad autónoma. El capítulo sintetiza la amplia investigación que el OMM ha descrito en ‘Madrid, ¿la suma de todos? Globalización, territorio y desigualdad’, y ‘Manifiesto por Madrid. Crítica y crisis del modelo metropolitano’.
Nuevo municipalismo
El libro se cierra con una defensa vigorosa de un nuevo municipalismo que debiera ser la fuente de una renovación, o más bien transformación, de nuestra democracia. Una defensa de la democracia directa que permita formas de autogobierno mediante la fórmula de lo que se denomina ‘democracia de cercanía’. La propuesta reconoce la dificultad que supone hacer de los ayuntamientos la piedra de toque política para el reforzamiento de una democracia en unos territorios cada vez más conectados y complejos; la apuesta hipotética es sin embargo desafiante y seductora. El libro reconoce que el ordenamiento institucional municipal constituye una limitación para el programa propuesto, por ello resulta necesario repensar no sólo en términos municipales sino muy a menudo en términos de regiones metropolitanas. La hipótesis que lanzan es que el municipio puede ser el sitio y punto de partida en el que confluye y cobra forma la efervescencia política que en estos momentos recorre el país. El libro se cierra con un esbozo para un manifiesto que pasa por pensar los ayuntamientos como espacios para la política y no para la gestión; por explorar una nueva forma de institucionalidad democrática, intensificar el federalismo, las economías de base municipal y sostener la condición de movimiento sin caer en la esclerotización de la que adolece el partido político.
Pedagogías
El libro reconoce las recientes expresiones municipalistas como herencia del clima que el 15M trajo a las plazas de todas España en 2011. Ha sido habitual situar este movimiento y el Occuppy global en relación con el movimiento altermundista que tomó las ciudades de todo el mundo en el cambio de siglo. En algunas ocasiones se ha puesto en relación también con el vigoroso movimiento vecinal que se desarrolló en la década de los setenta en España. La apuesta municipalista hace algo más al situarlo en una larga tradición que hunde sus raíces en las insurrecciones del siglo XIX y eso es sin duda una valiosa contribución. Hay cierta romantización en la invocación que se hace de la democracia directa cuando se señalan las formas políticas asamblearias de las polis griegas o de las comunas medievales como ejemplos paradigmáticos, esas expresiones políticas están lejos de ser ejemplos a seguir si uno atiende con precisión a los estrictos límites que tenía la participación política en la polis griegas. Quizás lo más problemático es que la propuesta municipalista que defienden vuelve a andar los caminos del antagonismo político que señala el conflicto como espacio paradigmático de la política. Pero algunos de los ejemplos que señalan evidencian que quizás una nueva política para una nueva ciudad no deba andar necesaria o únicamente el camino del antagonismo.
Así lo hacen cuando reconocen que en las asociaciones de vecinos “todo estaba por inventar y los vecinos resultaron ser los <<pioneros>> de una nueva forma de vida urbana” (118) o cuando señalan la necesidad de abrir una amplia entrada al amateurismo que es el elemento constitutivo de la política democrática, frente a la expertización de esta que debería ser reducida al mínimo. Si las asociaciones de vecinos fueron la escuela política de muchos la amateurización requiere igualmente del aprendizaje de aquellos alejados de la experticia política convencional. Tanto un caso como el otro señalan a la pedagogía como espacio para la reinvención de una política que no tiene una forma antagonista sino el registro de un nuevo aprendizaje.
La ciudad se ha convertido en un objeto no sólo de las nuevas experiencias municipalistas sino de toda clase de proyectos que exploran cómo componer una ciudad distinta con un repertorio diferente de prácticas. Si esos nuevos municipalismos elevan el activismo hacia lo institucional otro tipo de proyectos lo descienden hacia lo infraestructural. Me refiero con estos últimos a iniciativas que exploran cómo componer una ciudad distinta a través de formas de intervención material: huertos urbanos, edificios okupados, espacios liberados y ejercicios que reamueblan unos y otros lugares con infraestructuras ciudadanas. Son demasiadas las ocasiones en las que no se reconoce la potencia política de tales proyectos, pero todos ellos equipan la ciudad con un nuevo mobiliario material y conceptual, un nuevo repertorio de prácticas e infraestructuras políticas. Y lo hacen a través de la constitución de espacios de aprendizaje, donde construir una ciudad distinta es un efecto del aprendizaje sobre esta.
El conflicto sobre el que se sostiene la política antagónica es un espacio experto, sólo son capaces de acceder a él quienes tienen ciertos conocimientos y sólo son capaces de habitarlo unos cuantos comprometidos. Conocimientos y compromiso son aspectos que son y pueden ser aprehendidos, de ahí que un ejercicio de política radical no resida quizás en el conflicto sino en los aprendizajes previos. Es quizás ese ejercicio de aprendizaje de la política lo que el 15M nos mostró, como lo hicieron antes las asociaciones de vecinos, los movimientos verdes, o los clubes anarquistas y las asociaciones de liberales. La pregunta que queda entonces en el aire es cómo hacer del aprendizaje el instrumento para el diseño de una ciudad distinta. Y no me refiero con ello a un aprendizaje para transformar la ciudad sino a un aprendizaje que en su ejercicio trae a la existencia ese otro nuevo municipio al que aspiramos.