Big Bang Data, preguntas con escala

La teoría del Bing Bang maneja desde hace varias décadas tres posibles escenarios en la evolución de nuestro universo. Uno habla de una expansión infinita hasta que nuestro mundo se diluya tanto que desaparezca como una cucharada de azúcar en un océano. Otro augura la contracción del universo, un Big Bang inverso que nos lleva a quedar atrapados en una singularidad sin extensión. Entre ambos escenarios discurre un término medio esperanzador y equilibrado, una posibilidad según la cual el universo se expande hasta que en un determinado momento invierte su movimiento y comienza a contraerse completamente hasta generar otro ¡bang!: todo comienza de nuevo. El futuro del universo depende de la materia oscura que existe pero incapaces de determinar su cantidad los astrofísicos no aciertan a predecir qué ocurrirá.

El Big Data nos aboca a una situación de incertidumbre muy similar a la que nos coloca el Bing Bang y a los sociólogos les ocurre un poco como a los astrofísicos, son incapaces de determinar el efecto que tendrá la masiva proliferación de datos socioeconómicos generados en nuestra cotidianidad sobre nuestras frágiles democracias: si las van a contraer o si las van a expandir. Resulta entonces más que adecuado el juego de resonancias que da título a la exposición Big Bang Data, un amplio trabajo en el CCCB de Barcelona comisariado por José Luis de Vicente y Olga Subirós que hibrida lo artístico con la investigación sociológica y que nos pode sobre la pista de un asunto sobre el que aún ha de verterse mucha tinta.

Para situar en contexto, el Big Data es el nombre que se ha dado a la explosión masiva de datos de todo tipo en nuestras sociedades. En las ciencias naturales, por ejemplo, grandes infraestructuras como el acelerador de partículas del CERN producen volúmenes de datos antes inimaginables para la física. Ocurre algo similar con la secuenciación de genomas o con la explosión de información astronómica gracias a nuevos instrumentos. Si antes los astrónomos vivían en un universo en el que podían nombras todas las estrellas conocidas, no más de unos cientos o unos pocos miles, ahora estamos hablando de un volumen absolutamente inmanejable de millones. El fenómeno no es exclusivo de las ciencias naturales sino que afecta también a las ciencias sociales, y no queda reducido a este dominio sino que toca los fundamentos del Estados y está de lleno relacionado con el sector privado. La utilización generalizada de tecnologías digitales que permean nuestra cotidianidad produce masivamente datos socio-económicos a través de búsquedas en Internet, compras online o visionados de contenidos digitales. Un filón de información que abre la puerta para describir nuestra sociedad e intervenir en ella, regreso sobre ello más adelante.

La exposición del CCCB está organizada en una decena de secciones que comienzan con las infraestructuras de los datos, pasan por su archivo, las formas de visualización, el conocimiento que se genera a través de ellos y su condición económica, entre otras. Todo ello manteniendo un cuidado equilibro entre la formulación estética y un elaborado trabajo de investigación. La exposición se abre con una sección dedicada a las infraestructuras que sostienen los datos. En lugar de perderse en vaguedades o generalizaciones imposibles se concentra en un asunto muy concreto: los cables submarinos que conectan Internet de un continente a otro (o más habría que decir que traen Internet a la existencia). Y rápidamente podemos apreciar la geografía política de la Red: si los cortes en los cables del Atlántico son reparados por términos medio en dos o tres días, los cortes en cables del Índico llevan por término medio 30 días (hablo de memoria). La siguiente sección es una sala que muestra de manera sencilla la evolución en la capacidad de almacenamiento: de las casetes a las moléculas de ADN. No puedo por menos de preguntarme qué ocurriría si invirtiéramos el razonamiento y no viéramos a las infraestructuras digitales como el soporte de los datos sino a los datos como el soporte de las infraestructuras digitales.

Buena parte de las secciones cuentan con material audiovisual en la forma de vídeo-entrevistas o documentales que ayudan a situar el asunto en discusión. Muy recomendable, por ejemplo, el audiovisual de unos 15 minutos de duración sobre la organización Internet Archive. Quién diría que los servidores que guardan la memoria de la Red se encuentran en lo que antes era una iglesia. Además de describir grandes proyectos, infraestructuras e iniciativas mundiales la exposición localiza los temas en nuestra geografía, ya sea mediante expertos catalanes o españoles que intervienen en los materiales audiovisuales o a través de proyectos locales que forman parte de la instalación. La exposición cuida extremadamente la contextualización de los temas y combina de manera sofisticada objetos expositivos, material audiovisual y diseño formal de las salas. La sección dedicada a la visualización es ejemplar: en una de de la video-entrevistas el diseñador gráfico de la Universidad de Miami Alberto Cairo describe el gráfico elaborado en el siglo XIX por Charles Joseph Minard para dar cuenta de la evolución de la campaña de Napoleón en Rusia a principios de ese siglo, un poco más allá podemos ver en la misma sala originales de la obra y de otros gráficos a los que se refiere en su intervención.

Big Bang Data despliega, literalmente, una gran pregunta a la que las ciencias sociales llevan ya unos años dándole vueltas. Algunos sociólogos han visto en el Big Data una oportunidad para repensar sus formas de producción de conocimiento, otros lo han interpretado como una amenaza. Hace unos años Mike Savage y Roger Burrows (2007), dos sociólogos británicos, lanzaron una advertencia agorera al anunciar una ‘crisis en ciernes de la sociología empírica’ como resultado del Big Data. Su argumento es contundente: la sociología es cada vez menos relevante para la sociedad porque sus métodos se han quedado obsoletos. Cada vez que operamos en Internet dejamos una traza que agregada con las de otros produce un material empírico de un alcance desconocido hasta el momento. Instituciones privadas como empresas o incluso individuos particulares tienen acceso a una cantidad de datos socio-económicos que resultaban antes imposibles para los científicos sociales y que ahora están, muy a menudo, en manos de empresas privadas. El Big Data y las tecnologías y técnicas destinadas a su análisis dejan fuera de juego las dos técnicas paradigmáticas de la sociología del siglo XX: la encuesta y la entrevista. La consecuencia es que la disciplina sociológica ha perdido el monopolio que tenía durante la segunda mitad del siglo XX sobre los métodos para la producción de conocimiento social. Lo que necesita entonces la sociología es el desarrollo de nuevos métodos que permitan nuevas formas de descripción (pero esa es otra historia), este es su planteamiento en líneas generales.

El argumento de Savage y Burrows proporcionan un punto de partida para pensar en el Big Data como un desafío a los métodos para la producción de conocimiento social; y si lo hacemos así comienzan a aparecer preguntas interesantes. La primera tiene que ver con la evidencia de que la circulación de los métodos de investigación social (estamos pensando en las técnicas y métodos del Big Data) no sólo produce datos empíricos sino que transforma la sociedad en su conjunto. Sobre ello han insistido algunos recientes trabajos sobre el desarrollo histórico de los métodos y su vida social. Savage (2010) da cuenta de esto en el estudio que tiene sobre la invención y desarrollo de la entrevista y las encuestas en Gran Bretaña durante el siglo XX. El desarrollo que Savage describe de los métodos de las ciencias sociales durante la segunda mitad del siglo XX tiene una importancia notable en la manera como las personas comenzaron a elaborar su sentido de identidad y pertenencia, sus actitudes hacia la localidad, la experticia, la educación, el aprendizaje, la ciencia y el arte. Es durante la segunda mitad del siglo XX cuando se consolida la idea de que uno podía describir el todo a partir de alguna de sus partes, fundamento de la encuesta sociológica.

Siguiendo ese argumento Susan Igo (2007) lo extiende en relación con la encuesta cuando evidencia que esta técnica no sólo hizo posible esa relación entre el todo y sus partes sino que contribuyó traer a la existencia la idea de un todo: la nación, y tomó parte en la producción de una nueva subjetividad. Su trabajo es interesante porque nos proporciona algunas pistas desde las cuales pensar el Big Data. El método de la encuesta y los sondeos que fueron desarrollados en EE UU en la década de 1920 prometían algo nuevo por aquel entonces: la posibilidad de conocer al ‘americano medio’. La utilización creciente de estas técnicas llevó a la difusión masiva y cada vez más habitual de los resultados de las encuestas y generó una situación novedosa: el público se convirtió al mismo tiempo en objeto, participante y audiencia de una técnica de investigación social (la encuesta). Los informes resultados de ellas no sólo ofrecían datos sino que abrían la posibilidad de percibir e imaginar la nación de una manera diferente. La encuesta era el indicio de una sociedad de masas emergente y el instrumento a través del cual podía percibirse esa sociedad y la presencia de esos datos hizo cambiar la imagen que la sociedad americana tenía de sí misma.

Las encuestas se convirtieron en un instrumento hacia la modernización de una sociedad que sustituía la creencia, la tradición o el sentido común por la investigación empírica. A partir de ese momento los individuos comenzaban a verse formando parte de un nuevo colectivo. La consecuencia es que una sociedad moderna consciente de sí misma resultó ser el objeto de las encuestas y, al mismo tiempo, el efecto de ellas. Fueron precisamente los datos agregados que proporcionaban las encuestas los que llevaron a la emergencia de la noción del americano medio, normalidad, opinión pública y sexualidad normal. Por lo tanto ayudaron a forjar un público de masas y al mismo tiempo la subjetividad de sus miembros individuales, llevaron a repensar a los ciudadanos sus relaciones con los otros y con la misma sociedad en su conjunto.

A mitad del recorrido de la exposición de Big Bang Data nos encontramos con la exposición de Erik Kessels ‘24 HRs in photos’, una sala repleta de miles de fotografías impresas que han sido publicadas en el repositorio Flickr durante un día. Más allá la obra ‘Hello World! Or: How I Learned to Stop Listening’ de Christopher Baker (en la imagen), una proyección que muestra un mosaico de cientos de fragmentos de videoblogs tomados de Internet también. Atravesando el estrecho pasillo que queda entre los motones de imágenes impresas y situado frente a la cacofonía de voces e imágenes que proyecta la segunda uno no puede por menos de pensar qué tipo de sujeto es ese que el Big Data está contribuyendo a fraguar. Si la encuesta trajo a la existencia la idea de un sujeto medio el Big Data nos arroja a la imposibilidad de una descripción total, de una representación media: la diversidad explota en fragmentos. Pero no deberíamos confundirlo con ese sujeto fragmentado tan querido por el postmodernismo, que la sociedad explote en un millón de fragmentos diversos, como muestran esas dos obras, no impide que haya unas pocas instituciones con la capacidad para recogerlos, archivarlos, catalogarlos y analizarlos y… quién sabe qué más.

Regreso de nuevo sobre a la crisis presagiada para la sociología, podríamos pensar que las ciencias sociales nos encontramos en un callejón sin salida, pero la misma materialización de Big Bang Data es una respuesta al desafío que parecen plantear esos datos masivos. El relato que se elabora a través de sus salas es el tipo de narración que el arte o las ciencias sociales están capacitadas para hacer, un relato que no emerge de los grandes datos y que va acompañado de preguntas que tampoco podemos plantearnos a partir de ellos. Es también una evidencia de que las ciencias sociales necesitan renovar sus formas de representación del conocimiento, los lugares donde hacen este visible y la manera de materializarlo (Back 2012) porque Big Bang Data hace más y mejor sociología que muchas revistas académicas, departamentos universitarios y congresos que conozco. Así que aún seguimos teniendo la posibilidad de elaborar relatos relevantes sobre nuestro mundo pero más vale que comencemos a pensar cómo queremos elaborarlos, porque lo que importa no es la escala de los datos sino la dimensión de las preguntas que podemos plantearnos, Big Bang Data es un ejemplo de ello.

IMAGEN: Hello World, installation by Christopher Baker (CCCB).

Referencias

Back, L. (2012). Live sociology: social research and its futures. The Sociological Review, 60(S1), 18–39.

Igo, S. E. (2007). The Averaged American: Surveys, Citizens and the Making of a Mass Public. Cambridge (Mass.): Harvard University Press.

Savage, M., & Burrows, R. (2007). The Coming Crisis of Empirical Sociology. Sociology, 45(5), 885-889.

Savage, M. (2010). Identities and Social Change in Britain since 1940: the Politics of Method. Oxford: Oxford University Press.

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