El campo de la crítica (La crítica a paseo III)
Un arquitecto no es un carpintero. De estaba manera intentaba definir a mediados del siglo XV Leon Battista Alberti lo que era un arquitecto en el primer tratado de arquitectura que se escribía desde la época greco-romana. Alberti se refería específicamente a los carpinteros porque en siglos anteriores la palabra arquitecto había sido utilizada para referirse a los especialistas que trabajaban la madera. El autor de un documento eclesiástico había tomado a mediados del siglo X el verbo architector por un nombre latín compuesto por: arch (arco) y tectum (techo), asumiendo que architector era el especialista encargado de los techos (usualmente de madera). Por varios siglos el architector no era otro que un especialista de la madera; un carpintero. La confusión no es de extrañar si tenemos en cuenta que durante todos esos siglos el arquitecto se parecía más a otro albañil o a un artesano más, nada que ver con el maestro de trabajadores responsable del diseño que otros deben ejecutar. Los mayores edificios de los siglos precedentes a la obra de Alberti, las grandes catedrales góticas, no son proyectados por ningún arquitecto y no siguen tampoco un plan maestro trazado previamente; por el contrario, son construidas literalmente ad hoc. La gran catedral gótica de Chartres es un ejemplo de ello. Un edificio majestuoso que fue reconstruido tras un incendio a lo largo de tres décadas sin que existiera ningún diseño ni plano global para ella ella. Piedra a piedra, la catedral emergía del trabajo de cientos de operarios. El antropólogo Tim Ingold cuenta todo esto en su reciente libro ‘Making. Anthropolgy, Archaeology, Art and Architecture’.
El diseño de la catedral no era entonces una instancia previa que los albañiles, mamposteros y carpinteros debían seguir sino el resultado de su ejercicio de ejecución. Frente a nuestra idea convencional del diseño como un ejercicio que tira líneas sobre un papel, las líneas se tiraban en la catedral literalmente en la construcción de los muros, elevación de los pilares o montaje de andamios. El diseño resultaba ser el efecto de la ejecución material y no su causa. O dicho de otra manera, no había distinción entre diseño y ejecución, uno y otro eran lo mismo. Pero si no había un plan general, ¿cómo emerge una construcción de esas dimensiones? Pues lo hace gracias al uso de patrones para el corte de las piedras que los maestros manejan y transmiten a sus aprendices a lo largo de los años. Un manojo de patrones para el corte de la piedra permitía dotar de coherencia a la construcción al hacer encajar una piedra con otra al tiempo que coordinaba el trabajo de decenas de operarios en cada momento y a lo largo del tiempo: todos cortando según el mismo patrón. Las piedras encajaban al tiempo que el trabajo se coordinaba. Esto otro lo cuenta David Turnbull en un estupendo trabajo sobre la catedral de Chartres.
Todo esto le sirve a Ingold para problematizar la clásica distinción entre diseño y ejecución (una traslación de dicotomías equivalentes como teoría/práctica, ciencia/tecnología…) y sugerir que quizás podemos comenzar a pensar en el trabajo de diseño como algo que no es distinto del de construcción y reivindicar después que diseñar no es trazar un plan que predetermina la forma final de las cosas sino ser capaz de abrir un camino que se puede seguir, anticipándose al futuro en un diálogo permanente entre la previsión y la resistencia contumaz de los materiales (las resonancias con el ejercicio de prototipado son intensas, aunque esa es otra historia). El paradigma para del diseñador Ingold ya no sería el del arquitecto, tal y como lo entendemos ahora, sino el del cocinero y el del jardinero, quienes son capaces de mantener un diálogo sensitivo con los materiales que en ocasiones se resisten a ser reconciliados con nuestras ideas.
Las dos iniciativas en nuestra tercera sesión de los seminarios La crítica a paseo resuenan con la sensibilidad agrícola/culinaria que Ingold hace explícita en su conceptualización de lo que significa diseñar; en este caso diseñar ciudad no sobre el papel sino con materiales. El colectivo de arquitectas Pez Estudio nos hablará de su proyecto de Agroestación que es, entre otras cosas, un prototipo de cocina mientras que las Red de Huertos Urbanos de Madrid discutirá el trabajo que en los últimos años están haciendo sembrando de huertos la comunidad de Madrid. Dos modos de diseñar una ciudad distinta a través de un ejercicio de construcción de huertos, cual jardineros, o cocinas, ¿cómo cocineras? Pero regresando a las catedrales, si un manojo de patrones para el corte de la piedra permitían dar coherencia y coordinar la construcción de monumentales edificios como las catedrales góticas, ¿podemos lanzarnos a pensar que estos proyectos no son sólo la construcción de un huerto o una cocina sino que siguiendo su patrón podríamos diseñar toda una ciudad distinta?
III. El campo de la crítica
Martes 21 de mayo, 17.30-19.30 (Esta es una plaza).
Agronautas (de Pez Estudio) y Javier Garrido, Red de Huertos Urbanos de Madrid
¿Y si la inspiración para la crítica urbana la encontráramos no en la ciudad sino en el campo?, ¿y si la crítica urbana no sólo imagina una ciudad distinta sino toda una vida diferente?, o quizás es que la ciudad no es lo que habíamos pensado. Agronautas es un proyecto de Pez Estudio que a través del desarrollo de mobiliario ecológico (una ‘agroestación’) mediante procesos participativos pretende hacer visible ‘nuevas realidades’ en nuestras ciudades. La Red de Huertos Urbanos es una iniciativa que reúne varias decenas de huertos localizados en Madrid y que haciendo crecer hortalizas siembran la posibilidad de otra ciudad diferente. ¿La ciudad convertida en el lugar y contexto para reformular nuestra relación con la naturaleza?
Imagen: Pez Estudio.